Autor. Charles Dickens Título. Escenas de la vida de Londres por "Boz". Editorial. Abada Año. 2012 (escritos entre 1833-1836) Nº de páginas. 344 |
El escritor de nuestro tiempo no
requiere ya del dibujo. Al enfrentarse con la futilidad de sus escenarios,
prefiere meterse en la cabeza de los transeúntes y hablar desde dentro, donde
cree estar a resguardo de la vacuidad. Que sólo la literatura infantil mantenga
las ilustraciones nos muestra que a medida que somos más letrados, más deseamos
que nos dejen la imaginación en paz. El ejemplo más claro lo encontramos a la
salida de los cines, donde puede oírse a los espectadores reprochar en voz alta, “¡el libro
era, sin duda, mucho mejor!”. El dibujo facilita demasiado las cosas y provoca la
sensación de que se nos toma por tontos. La ilustración ilustra en las dos
acepciones del verbo. Pretende enseñarnos algo, adoctrinarnos, poner límites a
la representación. Es una afrenta a nuestra subjetividad. Así las cosas, el
dibujo de los libros infantiles está lleno de dobles intenciones. De ese
instinto pedagógico para el cual el relato sólo puede ser un obstáculo: “una
imagen vale más que mil palabras”.
En el siglo XIX, por el
contrario, los grandes escritores iban siempre acompañados de un ilustrador.
Pensemos en las primeras ediciones de la Comedia Humana de Balzac, en Los
Miserables de Victor Hugo, en las novelas de Dickens, en Goethe y su Wilhelm
Meister. Esa época de grandes novelistas era también época de grandes
dibujantes. En lo tocante a la literatura, podría llamárselo el siglo de la
gran difusión. Con el auge de la prensa escrita, aparece para los novelistas la
oportunidad de escribir su obra en folletines publicados semanalmente. El papel
del dibujante adquiría importancia a la hora de atraer nuevos lectores. Uno de
los ilustradores más reconocidos actualmente, Gustave Doré, pintó escenas de la
Biblia, la Divina Comedia y el Quijote. Contaba ya con el magno ejemplo de
William Blake, que escribía su obra en planchas de bronce. Y es que para todos
ellos, los dibujos no suplían al texto, bien al contrario, lo complementaban.
En su primera etapa como escritor, Dickens manifestó su pretensión de escribir
a partir de estos, y sólo tras el impulso de la fama optó por llevar la
delantera en cuanto a la invención. Aún así, esto no modifica en nada el
carácter de estas novelas, cuya fuerza reside fundamentalmente en sus imágenes,
sean estas evocadas o impresas. No es casual que Balzac dividiera su obra en
“retratos” o que George Eliot escribiese unas “Escenas de la vida parroquial”. Algo
se pierde de las novelas de Eugène Sue si retiramos los magníficos dibujos de
Paul Gavarni. El esbozo costumbrista de los hombres y mujeres decimonónicos
alude secretamente al proyecto de un diagrama del hombre moderno en el momento
de su máximo esplendor, cuando conviven juntos el futuro incierto y un pasado cada día
más cercano a la descomposición.
"Casa de empeños"
George Cruikshank
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Cuando los hombres de la multitud
irrumpen en la historia anegando las calles de las grandes ciudades, surge la
figura del paseante como aquel capaz
de iluminar el sentido de los gestos cotidianos. Dickens, todavía bajo el
seudónimo de Boz, describe esta situación magistralmente:
“¡Qué
inagotable provisión para la especulación proporcionan las calles de Londres!...
No sentimos la menor lástima por el hombre capaz de tomar su bastón y su
sombrero y caminar desde Convent-Garden a la catedral de San Pablo y además
volver sin derivar algún entretenimiento –casi diríamos enseñanza- de su paseo.
Y sin embargo existen tales individuos; los encontramos todos los días.”
Bajo esta mirada aparece en
escena el último conductor de cabriolé, gruñón y quisquilloso, que no dudará en
propinar a su cliente una ridícula caída en caso de no obtener la retribución
deseada. Todas estas formas rituales de trato con el prójimo empezarán a ser
suplantadas por la facilidad del intercambio monetario. Debido a la demanda
creciente de la clase media surgen las primeras empresas públicas de transporte
con sus modernos omnibuses y sus respectivos revisores de billetes. Es en estos
novedosos medios de transporte donde puede verse la mezcla más variopinta de
costumbres y usos sociales, desde un viejo funcionario, una criada del hogar,
hasta un joven bohemio aficionado a los teatros privados, donde a cambio de un
módico precio se convierte por unas horas en el mismísimo Ricardo III. Todos
estos personajes se reencuentran una vez al año en la alocada feria de
Greenwich, “una fiebre de tres días que calma la sangre durante los seis meses
posteriores”.
"Interior de un omnibus"
Gustave Doré
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Pero no todo son vagabundeos por
las calles de Londres. La mirada inquisitiva de Boz penetra igualmente en los
“pozos de aflicción y probreza” de las casas de empeño o los tribunales de
justicia. Es en ellos donde se introduce la temática, característica de la
época victoriana, de la desgracia social:
la descripción de aquellos individuos marcados por el destino de su grupo,
integrados en la sociedad como delincuentes de oficio, única forma que les
queda de salir del abismo de la miseria celosamente ocultado por políticos y
funcionarios del estado. Llama la atención que Cruikshank no realizara
ilustraciones para tan tremendas escenas como la del joven carterista que
improvisa su defensa ante el tribunal que inexorablemente le condenará a pasar
una larga temporada en uno de esos correccionales dejados de la mano de Dios. A
la última de las escenas del texto, dedicada a la prisión de New Gate, sólo le
falta el “lasciate ogne speranza, voi
ch'intrate” que, según relata Dante, se encuentra impreso ante las puertas
del Infierno.
El texto que el año pasado reeditó la editorial Abada, en la edición magistral de Miguel Ángel Martínez-Cabeza que incorpora las ilustraciones de Cruikshank, pertenece a la ya mencionada primera etapa de Charles
Dickens, aquella que precede a la escritura de sus grandes novelas. Bajo el
seudónimo de "Boz", además de estas escenas, escribió una serie de cuentos, de
descripciones de varios personajes de la vida londinense, y una serie de
artículos bajo el título de Nuestra Parroquia.
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