Autor. David Leopold Título. El joven Karl Marx Editorial. Akal Año. 2012 Nº de páginas. 336 Traductor. Jaime Blasco Castiñeyra |
Nada de esta polémica se encuentra en el presente texto de David Leopold, que se limita a presentar las claves de algunos de los primeros escritos de Karl Marx. Su intención es lograr que estos textos hablen por sí mismos. Es una cuestión aparte si son o no relevantes a la hora de captar en un solo vistazo la obra completa de Marx. El núcleo del texto centra su atención en tres autores: Hegel, Bruno Bauer (representante de la izquierda hegeliana), y Ludwig Feuerbach. Los tres forman el mantillo que les sirvió de nutriente. Entre estos escritos están varios artículos de crítica social, algunos proyectos inacabados de crítica de la filosofía hegeliana y los conocidos manuscritos de París de 1844; textos magníficos, con frases absolutamente desconcertantes donde Marx se muestra más directo que en cualquiera de sus obras más conocidas. Por eso se han llegado a considerar un tanto oscuros. La obra de Leopold, escrita en un estilo llano y a la vez profusamente documentada, es fundamental para aquel que quiera adentrarse en ellos por primera vez.
"Marx como Prometeo" Rheinische Zeitung, 1843 |
Pero aún sin haberse leído, llamará la atención de cualquiera la imagen del Marx prometéico que le sirve de portada. Esta se encuentra en la Gaceta Renana de 1843, y fue publicado con motivo de la censura impuesta por el monarca Federico Guillermo IV. En ella se muestra a un joven Marx atado a una imprenta por una cadena que desciende del trono de Prusia, mientras el águila coronada, que porta en sus garras el orbe del Sacro Imperio romano-germánico, desgarra la piel hasta llegar al corazón. Obviando el hecho de que la imprenta se encuentra completamente inutilizada, la pintura se muestra enormemente profética. Unas bellas ninfas a los pies del Marx-Prometeo suplican clemencia al ave rapaz, pero el objeto del ruego se muestra ambiguo. En la representación clásica, la intención de unas suplicantes se dirigiría sin duda a la liberación de aquel Titán amigo de los hombres, pero en este caso no sabemos si se dirige a la imprenta o al autor de los escritos, ¿acaso vale más la libertad de prensa que una vida humana? De cualquier forma, la sentencia jamás fue conmutada. Marx se exilió a Francia y, como es sabido, siguió escribiendo a un ritmo cada vez más desenfrenado. Quizá fuera entonces que el cuadro se hizo real. Marx sufrió la condena de no poder dejar de escribir hasta haber dado con el oscuro secreto de la sociedad capitalista, que de paso acabó por conquistar su propia escritura. Terminó revelando más verdad en sus omisiones que en las miles de páginas que pueblan su obra.
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