Didaskalia: Marx, el moderno Prometeo

jueves, 12 de diciembre de 2013

Marx, el moderno Prometeo

Autor. David Leopold
Título. El joven Karl Marx
Editorial. Akal
Año. 2012
Nº de páginas. 336
Traductor. Jaime Blasco Castiñeyra
Los primeros textos de todo gran escritor son siempre un lugar de disputa. La posición que se tome respecto a su importancia determina el carácter del especialista. A diferencia de las grandes obras, que suelen ser publicadas en vida del autor, los textos de juventud a veces tardan más de un siglo en llegar al público. Ahí están los casos de Proust o de James Joyce; tras su muerte aparecieron dos novelas que, mirando en perspectiva, anticipaban sus dos grandes obras. Del primero, Jean Santeuil, y Stephen, el héroe, del segundo. Por supuesto, la aparición de estas obras no resta importancia alguna a sus más que dignas sucesoras (tan dignas que superan con creces la importancia de los experimentos anteriores). Es posible que sea debido a que son novelistas y no filósofos, y por tanto la polémica queda enmarcada en la crítica literaria. En cualquier caso, para el tema que nos ocupa, sucedió justamente lo contrario. Bastó que los escritos del joven Marx llegaran a una Europa sumida en su segunda guerra de devastación, para que un sector de la izquierda encontrara la posibilidad de conciliar el hecho de ser marxista con la oposición al régimen político de la Unión Soviética. Frente a esa nueva deidad que no dejaba de exigir sacrificios por la futura sociedad comunista, algunos hombres volvieron su mirada al Marx que fue traicionado: el filósofo de la praxis, el gran crítico de la alienación. Pues era precisamente la acción la que había sido sepultada bajo la enorme maraña de las fórmulas económicas y del culto a la personalidad. Es probablemente la única categoría estrictamente política del pensamiento de Marx. Cuando salta la chispa y los hombres salen a las calles en desbandada, la historia se queda a las puertas, y la tan manida conciencia de la clase se convierte en un asunto del pasado; los proletarios se sitúan a ambos lados de la barricada. En este sentido, es sencillo ver el hilo que va de los escritos de juventud a los escritos históricos como el 18 Brumario de Luis Bonaparte. Aunque este parece sumergirse antes de llegar a El Capital, en el cual la historia, la filosofía y las artes son reducidas a categorías económicas. En cierto modo con razón, ya que para nuestra mentalidad éstas no pueden ser sino fósiles. Recuerdos de una muy otra humanidad.

Nada de esta polémica se encuentra en el presente texto de David Leopold, que se limita a presentar las claves de algunos de los primeros escritos de Karl Marx. Su intención es lograr que estos textos hablen por sí mismos. Es una cuestión aparte si son o no relevantes a la hora de captar en un solo vistazo la obra completa de Marx. El núcleo del texto centra su atención en tres autores: Hegel, Bruno Bauer (representante de la izquierda hegeliana), y Ludwig Feuerbach. Los tres forman el mantillo que les sirvió de nutriente. Entre estos escritos están varios artículos de crítica social, algunos proyectos inacabados de crítica de la filosofía hegeliana y los conocidos manuscritos de París de 1844; textos magníficos, con frases absolutamente desconcertantes donde Marx se muestra más directo que en cualquiera de sus obras más conocidas. Por eso se han llegado a considerar un tanto oscuros. La obra de Leopold, escrita en un estilo llano y a la vez profusamente documentada, es fundamental para aquel que quiera adentrarse en ellos por primera vez.

"Marx como Prometeo"
Rheinische Zeitung, 1843
Pero aún sin haberse leído, llamará la atención de cualquiera la imagen del Marx prometéico que le sirve de portada. Esta se encuentra en la Gaceta Renana de 1843, y fue publicado con motivo de la censura impuesta por el monarca Federico Guillermo IV. En ella se muestra a un joven Marx atado a una imprenta por una cadena que desciende del trono de Prusia, mientras el águila coronada, que porta en sus garras el orbe del Sacro Imperio romano-germánico, desgarra la piel hasta llegar al corazón. Obviando el hecho de que la imprenta se encuentra completamente inutilizada, la pintura se muestra enormemente profética. Unas bellas ninfas a los pies del Marx-Prometeo suplican clemencia al ave rapaz, pero el objeto del ruego se muestra ambiguo. En la representación clásica, la intención de unas suplicantes se dirigiría sin duda a la liberación de aquel Titán amigo de los hombres, pero en este caso no sabemos si se dirige a la imprenta o al autor de los escritos, ¿acaso vale más la libertad de prensa que una vida humana? De cualquier forma, la sentencia jamás fue conmutada. Marx se exilió a Francia y, como es sabido, siguió escribiendo a un ritmo cada vez más desenfrenado. Quizá fuera entonces que el cuadro se hizo real. Marx sufrió la condena de no poder dejar de escribir hasta haber dado con el oscuro secreto de la sociedad capitalista, que de paso acabó por conquistar su propia escritura. Terminó revelando más verdad en sus omisiones que en las miles de páginas que pueblan su obra.

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