Didaskalia: agosto 2013

jueves, 22 de agosto de 2013

Licenciatura en Dildología

Autor. Beatriz Preciado
Título. Manifiesto contrasexual
Editorial. Anagrama
Año. 2009 (1ª ed, 2000 en francés)
Nº de páginas. 224
1. La problemática relación entre feminismo y filosofía tiene su origen en la confusión entre lucha por la justicia y metafísica. No pudiendo aspirar a la universalidad, el feminismo añade a su ejército los nombres de los muertos y pide compensación. Pero una cosa es enfatizar el hecho de que la mujer ha estado, durante la práctica totalidad de la historia conocida, recluida en el ámbito doméstico, y otra muy distinta es hacer de este hecho un mecanismo siniestro que funciona a espaldas de los mismos sujetos que lo padecen. En el primer caso se reclama una solución a un problema presente, en el segundo se buscan culpables históricos, lo que es por definición una tarea infinita. Esta tarea se resume en la difusión del concepto de patriarcado, que recientemente ha llegado a adoptar formas aún más delirantes como la de heteropatriarcado. La culpa heredada de los oprimidos llega a adquirir tal fuerza, que los propios demandantes de justicia se hacen presos de ella. Aparte de poco seria, la cuestión sobre si las lesbianas que utilizan dildos en sus prácticas sexuales son cómplices del sistema patriarcal, está planteada con mala fe. La única conclusión posible es que los grandes perjudicados en estas polémicas han sido precisamente las mujeres y los homosexuales, “traicionándose [a sí mismos] tras el nombre de feminismo”. Hay que señalar como una gran virtud de Beatriz Preciado el que haya tratado de poner fin a esa generalización, aunque su intento se haya malogrado en el momento en que concibe la solución como inversión de la problemática. Sus textos suponen, una vez más, la reactivación de esta labor interpretativa, aunque en un gesto tan radical que restablece el marco perdido en las discusiones sobre género y sexo. Se aleja, por tanto, de las ciencias sociales, para hacer entrar de nuevo al feminismo por la puerta de la filosofía.  

 2. La crítica feminista del doble proceso de domesticación y sexualización de la mujer extrae su fuerza de la esfera de la producción. Mientras que en la revolución industrial los varones fueron forzados a participar en esta, la mujer era recluida en el hogar, donde sostenía las labores necesarias a la reproducción. Harriet Taylor Mill, que vivió en plena época victoriana y luchó con gran rotundidad por los derechos políticos de las mujeres, tuvo grandes reparos a la hora de defender la inclusión de la mujer en el mercado laboral. Aún habrían de pasar varios decenios hasta que la exclusión social de la mujer del ámbito productivo se viera como una discriminación. En este desarrollo jugaron un papel fundamental las ciencias humanas. La psicología, quizá el caso más paradigmático, se instauró como ciencia en el mismo momento en que descubrió el potencial analítico que había en la intimidad del hogar. La relación entre sexualidad y revolución política no es más que la sofisticación de este mismo discurso. El mayor peligro con el que se enfrenta actualmente el feminismo es con la pérdida de todo sentido de la realidad. Su idea es que la diferencia entre hombre y mujer, como la que hay entre la naturaleza y las costumbres humanas, son puras ficciones que sirven a la dominación. Para ser consecuentes, asumen que la realidad no es más que un asunto de coherencia entre las múltiples ficciones, de forma que la lucha por la emancipación es la aspiración a cambiar estas ficciones por otras. La identificación entre lo doméstico y lo privado, que permite la vinculación teórica de patriarcado y capitalismo, es el sustento de la crítica. Pero lo cierto es que el ámbito doméstico, a diferencia de la propiedad de lo privado, no tiene ninguna relación con la esfera pública. Doméstico hace referencia a la domesticación corporal propia de las labores de mantenimiento de la vida, y se define por contraste con lo salvaje, donde el impulso no tiene el freno de la costumbre. Cuando el rostro del poder se difumina, ya no importa quién es el amo ni cuántos haya realmente. Incluso es probable que, con De La Boëtie, lleguemos a la conclusión de que la idea de un amo no es más que la ilusión que encubre el hecho de que el tirano está en nosotros mismos.  

3. Teoría y ritual se encuentran tan profundamente imbricados que sólo por una cuestión de economía diré que si el Manifiesto Contrasexual expone la teoría, Testoyonqui corresponde a su aplicación práctica. La herencia del psicoanálisis es aquí muy importante: no basta con conocer la contrasexualidad, también hay que experimentarla. La Dildotectónica, el arte de construcción de dildos, consiste en llevar hasta su máximo apogeo el imperio de la técnica. “El pene… [es] un dildo de carne” igual que los seres humanos son autómatas de piel. Para una primera aproximación a la problemática, antes que las películas de ese nuevo género llamado postpornografía, recomendaría el visionado de dos grandes películas del director canadiense David Cronenberg: Crimes of the future (1970) y Videodrome (1983). La primera aborda el problema de una sociedad donde la dualidad de los géneros se ha vuelto ininteligible. La segunda responde a esta cuestión con la idea de la nueva carne, en la que órgano y máquina se vuelven indiscernibles. Ciertamente, cuando ya no queda ningún rincón por iluminar, ningún órgano que no haya sido penetrado, los esfuerzos se dirigen a la única tarea posible, la de mutar.

Autor. Beatriz Preciado
Título. Testo Yonqui
Editorial. Espasa
Año. 2008
Nº de páginas. 324
4. Como rama de la filosofía, el feminismo apenas llega a los cuarenta años y, si mi interpretación es correcta, está llegando al final de su desarrollo. Si considero la obra de Beatriz Preciado como la culminación de la filosofía feminista es en el sentido de que dudo que puedan abrirse en el futuro nuevos horizontes de reflexión. No quiero decir con ello que sea la autora más importante de la teoría feminista, pero sí al menos una de las más consecuentes. Su noción de contrasexualidad lleva al extremo la inversión operada en el lema del sesentayocho “lo personal es político”. El concepto es, cuanto menos, curioso, ¿a qué nos referimos cuando decimos “lo contrario de lo sexual? En un primero momento a la fragmentación del placer. La función dildológica puede ser cubierta por un pene, un brazo o incluso una cabeza. Contrasexualidad es borrar las huellas que hay sobre el desierto de arena de la sexualidad. Pero lo cierto es que toda fragmentación conlleva una nueva territorialización. Aun siendo un tanto desagradable, creo acercarme al significado si propongo que se piense en la proposición “lo contrario de comer”. De esta manera nos acercamos a la perspectiva que invoca, que no es otra que aquella que determina el acto desde su final que, tomado aisladamente, no es más que la indiferencia.

5. Intentaré exponer al lector esta filosofía de una manera sencilla. La tesis fuerte del texto es que “toda filosofía es una dildología más o menos compleja”. Como es sabido, un dildo es un objeto que, en principio, sirve de sustituto a la función del pene, por lo que suele decirse que el dildo sería algo así como un pene de plástico, lo cual, como se verá es el núcleo de la discusión. El problema de este “en principio” es que presupone la distinción entre la esencia y la función; que el dildo sea un pene de plástico quiere decir que, a falta de un pene, basta con un dildo, lo que supone caer de lleno en el sobreentendido de que un pene es aquello que se basta a sí mismo para colmar una relación sexual, lo cual no es cierto. Lo que sí lo es, es el hecho de que la relación sexual excede siempre al órgano en concreto. El sexo supone una lucha de la vida por el acceso a su máxima potencialidad, es la forma en que esta busca su absoluto, y es por ello que el pene concreto se convierte él mismo en una sustitución de un pene ideal, aquello que Lacan denomina Falo-Significante. En terminología platónica podría decirse que el pene participa de la idea de Falo. El dildo tiene aquí la función de contraejemplo, ya que rompe con el principio que permite esta dicotomía de Pene-Significado / Falo-Significante, el principio de irreversibilidad, que dice que un pene concreto nunca puede ser un Falo, aunque adquiera su esencia por virtud de este. Las propiedades del dildo son “plasticidad, transferibilidad y expropiabilidad”, lo que permite la sustitución, no sólo del pene concreto sino del significante que le sirve de modelo. La autora utiliza el concepto derridiano de Suplemento para determinar la función dildológica. El dildo es un modelo simulado, y es anterior en cuanto precede a toda identidad; rompe con el “origen único” y produce “efectos múltiples”, lo que permite que la causa únicamente pueda ser determinada a posteriori. En sentido estricto, deducida a partir de los efectos futuros.

6. La reversibilidad es una propiedad que, en sentido estricto, sólo puede predicarse de objetos tomados espacialmente. Una prenda es reversible si puede ponerse del otro lado sin perder nada de su uso originario. El movimiento de un objeto es reversible si puede volvérsele a situar en el punto de partida. Aún así, este último ejemplo no es tan sencillo como parece, ya que el movimiento nunca se produce en un espacio abstracto, sino en un contexto espacio-temporal. El movimiento no es medida del espacio sino del tiempo, y en cuanto este refiere al movimiento, no es posible borrar el primer movimiento de los dos que constituyen la salida y la vuelta atrás. Porque lo que ha sido no puede ya-no-haber-sido es por lo que el tiempo es irreversible. Los hombres pueden llegar a esa conclusión por la memoria, que es fundamento de su unicidad. Por eso también se dice que olvidar un hecho es como borrarlo de la realidad; olvidar a un muerto es “hacer” que nunca hubiera nacido, así como una comunidad que recuerda un hombre que jamás existió lo vuelve real. En una sociedad tan individualizada como la nuestra, en la que prima el deseo de experimentación, los alucinógenos nos acercan a lo inexistente hasta el extremo de incrustar esas experiencias en nuestro pasado. La filosofía de la posmodernidad no es nada sin este afán por la experimentación. Se llama pos-moderna porque parte de la alucinación moderna (Descartes, el gran precursor del ácido lisérgico) para superarla de una vez por todas. La ruptura del equilibrio hormonal, a diferencia de los alucinógenos, no produce un simulacro de separación entre el alma y el cuerpo, sino una modificación en la corporalidad con efectos para el yo, que se volatiliza. 

7. En tanto la tarea del feminismo consiste en desencubrir, coincide con la tarea de la Ilustración. Ambos niegan la realidad de las apariencias, en cuya confianza encuentran la raíz de todo dogmatismo. Toda verdad es invisible y ha de devenir visible. Pero esta tarea sólo tiene un final hipotético. Aunque la teoría no dejara ningún axioma sin explicar, la práctica siempre volvería para negarle toda validez. La verdad del hombre es siempre expresión del tercer ojo. Es por eso que por mucho que la delimiten y persigan, esa verdad seguirá estando, incluso para ellos mismos, en el lugar preciso en el que gusta de permanecer. Sí, justamente ahí, detrás.

viernes, 9 de agosto de 2013

Filosofía de la Globalización (1)

Autor.  Peter Sloterdijk
Título.  En el mundo interior del capital
Editorial.  Siruela
Año.  2008 (1ª ed. 2005, en alemán)
Traducción. Isidoro Reguera
Nº de Páginas. 332

No parece que necesitemos de expertos que nos hablen de la creciente complejidad del mundo moderno para ser conscientes del momento de perplejidad que atravesamos. Es habitual de toda posición más o menos decidida encontrarse con la réplica, tan usual como aburrida, de “esa será tu forma de pensar”. Por su crudeza, este enunciado revela que el origen de la fuerza de todo perspectivismo descansa en una reserva mental. Es por ello que la elección entre el perspectivismo y la filosofía de la historia es una cuestión de valentía. Se puede analizar un aspecto del mundo moderno dejando premeditadamente un vacío, o puede asumirse la difícil tarea de elaborar una teoría del presente. En los últimos dos siglos se han producido los grandes clásicos de este último género, desde las famosas Lecciones de Hegel hasta los tratados de Spengler o Karl Jaspers, y no vacilaría en apuntar a esta obra de Sloterdijk como uno de los más firmes candidatos a ingresar en el canon. El texto, a la vez que resume los resultados de la obra magna del autor, la trilogía Esferas, prolonga los análisis llevados a cabo en el segundo volumen, que lleva por subtítulo Globos. Es ya algo notorio el afán de Sloterdijk por los grandes relatos. En la entrevista que concedió para el espléndido documental de Alexander Kluge, titulado Noticias de la Antigüedad Ideológica y dedicado al proyecto de Eisenstein de filmar a su vez un documental sobre El Capital de Marx, decía entender este último no tanto como una obra científica que como un relato mitológico comparable a las Metamorfosis de Ovidio. De hecho, la idea de un mundo interior del capital tiene su origen en un conocido capítulo de esta obra de Marx, titulado “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”, donde se hacía de la mercancía el signo a partir del cual era posible desentrañar la lógica de la sociedad capitalista. Es cierto que la problemática no era especialmente nueva, (recuérdense los versos de Quevedo “¿Quién hace de piedras pan / sin ser el Dios verdadero? / El dinero”), pero nunca antes se había llegado a dotar de tamaña profundidad al vil metal. El momento álgido de la obra ahonda en esta idea: hay un paralelismo entre las ideas progresistas de Adam Smith y las grandes elegías del Rilke. Quien dice mercado mundial no habla de un mundo cada vez más abierto, sino de grandes interiores flotando en el infinito.

La obra, más allá de su argumentación interna, puede ser leída como un conjunto de artículos en cada uno de los cuales se señala un aspecto del largo proceso de globalización. Cuando atendemos a su significado, lo primero que pensamos es en el ya archiconocido fenómeno de deslocalización de empresas y en el proceso de subsunción de todo ámbito local en un todo cada día mayor, como si este fuera una enorme célula destinada a crecer fagocitando todo residuo de independencia. Este es el concepto tal y como nos ha sido legado por la economía y las ciencias sociales y, como puede verse, es heredero de la metáfora de la sociedad como organismo vivo. Esta definición encierra una parte de verdad, aunque a la vez oculta lo que es más significativo del proceso en cuestión, esto es, que la inclusión forzada en un Globo cada vez mayor es, a su vez, el proceso de producción de microglobos. La Tierra, el gran globo que todo lo incluye, pasa a convertirse en estrella errante desde el momento en que se vuelve ambigua su posición en un universo compuesto por esferas. Al perder el cielo que constituye su centro de anclaje, comienza a flotar sin dirección por los espacios infinitos. Nada lo explica mejor que el cambio de esfera central a globo terráqueo. En un orden de esferas lo que prima es la jerarquía, mientras que en un espacio lleno de globos que, por definición, flotan, lo importante es la relación, que es siempre relativa. En su expansión, este sistema hace proliferar enclaves situados en una red de puntos, y el globo, por tanto, tiende a la disolución y a convertirse en un conjunto de espumas; “el principio de todo es lo ilimitado”. Pueden rastrearse tres momentos en la implantación del mundo como sistema: a la conquista de la tierra le siguen las expediciones marítimas. A esta última, la conquista de los cielos. Acudiendo a la historia económica diríamos: de la acuñación de moneda a la liquidez bancaria, y de esta, a la preeminencia del capital flotante, el mundo de las finanzas.

A diferencia de lo que pudiera pensarse, la filosofía moderna, más allá de la analítica de la subjetividad, tuvo poca o ninguna influencia en este proceso, por cuanto no fueron filósofos quienes se lanzaron a los viajes por mares interminables y tierras desconocidas. Habría que esperar al siglo XIX para que comenzaran a entreverse las consecuencias que esto posee para la más excelsa de las ciencias. Como legítimos herederos de las tentativas que llevaron a cabo autores de las Luces como Diderot o el Barón d’Holbach, numerosos hombres de letras empezaron a sacar partido de la pérdida de toda trascendencia. Comprendieron que el espíritu de los hombres modernos estaba marcado por el delirio, pues delirantes eran las empresas a las que se lanzaban. La obsesión por el experimento, la misma en la ciencia, las drogas o el sexo, es manifestación del culto a la temeridad. La infidelidad a cualquier principio estable que sirviera de guía para la acción se justificaba en la idea de una conspiración del exterior contra sus deseos inconfesados. Antes que de represión, habría que hablar de autodesinhibición. El carnero de oro cuya efigie coronaba la proa de los grandes buques del siglo XVI se llamaba riesgo, en honor al nuevo motor del mundo. Es por su influencia que los hombres han aprendido a anticipar el futuro: a mayores riesgos mayor beneficio, a menor credibilidad más interés. Muy tardíamente se elaborarán la filosofía del crimen y la “estética de la fealdad” adecuadas a los tiempos; ha sido necesaria la grandilocuencia de Hegel para ver que el mundo actual era un mundo de residuos. 

jueves, 1 de agosto de 2013

Guerra nuestra de cada día

Autor.  Michel Houellebecq
Título.  Ampliación del campo de batalla
Editorial.  Anagrama
Año.  2001  (1ª ed. 1994, en francés)
Nº de Páginas.  174
Con esta primera novela, el autor estableció las bases de lo que iban a ser sus novelas posteriores. Las novelas de Houellebecq pertenecen a ese conjunto de obras literarias cercanas al fenómeno best-seller que, al ser elaboradas por escritores cercanos a la filosofía, tienen un enfoque más profundo de lo habitual. Lo característico de estas novelas, entre las que podríamos incluir las del checo Milan Kundera, es que ganan en profundidad lo que pierden en naturalidad; unidas a una trama especialmente banal, las reflexiones del narrador dan la sensación al lector de ser introducidas de manera arbitraria.

En el caso de Michel Houellebecq esta falta se compensa con su particular fervor. De entre todos los escritores del género, es el más propiamente reaccionario. El odio que le sirve de sustento en la elaboración de cada una de sus novelas es casi comparable al de Joseph de Maistre en sus escritos sobre la Revolución Francesa. Para Houellebecq, más que una gran jaula de hierro, la sociedad actual es similar a un océano inmenso en el que los individuos triunfantes son aquellos que, tras el naufragio, aún siguen aferrados a un tablón de madera. Sus personajes nunca persiguen llegar a suelo firme sino que se dejan arrastrar por el gran juego de la distinción social y desarrollan un comportamiento determinado por el impulso a desahogarse. El protagonista, un ingeniero informático, y Raphäel Tisserand, su compañero, representan en esta novela los dos únicos lugares a donde puede conducir este juego: el cansancio y la resignación. El primero, si lo tomamos literalmente, es un estado físico, corporal. Mientras que la resignación implica un conflicto de razones en la que una de ellas, la que demuestra la imposibilidad de consecución de fin alguno, triunfa. Dentro de la novela, estos dos estados subjetivos evocan las figuras objetivas del sospechoso y el culpable. El protagonista es un sospechoso desde el mismo momento en que empieza su diagnóstico, elaborado por él mismo en un comienzo y certificado por un médico en el final. No es cierto, como suele decirse, que sea un depresivo, ya que al menos no lo es en cuanto al diagnóstico. No es una mera prescripción médica lo que establece una depresión, sino una acusación social que tiende a proliferar como un cáncer. 

Tampoco es casual que su oficio sea precisamente el de informático; pocos trabajos son más adecuados para representar al individuo convertido en engranaje de la gran maquinaria social. El desarrollo de la sociedad telemática donde los signos se convierten en datos y proliferan sin control alguno, ha sido mérito de las ciencias de la información. El nombre de uno de los más conocidos lenguajes de programación es particularmente irónico: Pascal, el filósofo aterrado por el “silencio eterno de los espacios infinitos”. Es cierto que en los primeros empujes hacia el establecimiento de la sociedad capitalista pueden rastrearse las bases de este pensamiento procesual, pero en esa época todavía no se poseían los medios para implementarlo como férrea superestructura. En una sociedad que se sostiene en el encubrimiento de su propio principio vital, el bellum omnium contra omnes, el desarrollo de los medios de comunicación sirve a la expansión de la guerra fría a zonas todavía vírgenes. Es en este sentido que la sociedad de consumo ampliado no es más que Ampliación del campo de batalla.

El núcleo de la novela lo constituyen los diversos relatos de animales inventados por el protagonista, que expresan la caída del hombre en el “más natural” de los sistemas sociales, el capitalismo, y que es “por eso mismo el peor”. A diferencia de la mayoría de los críticos que ponen su mirada en el dinero, Houellebecq sitúa el blanco en la sexualidad, y no es erróneo decir que toda su obra gira en torno al axioma que figura en el gran frontispicio del mundo actual:  

           "La sexualidad es un sistema de jerarquización social."

Si el dinero es el medio para aspirar al poder individual, a disponer de la voluntad de otros, el sexo refiere a un poder más profundo, el de la supervivencia social. El reduccionismo biológico no es por tanto una simple interpretación, sino el hecho del que hay que hacerse cargo. De aquí que el protagonista se muestre plenamente consecuente con los principios que aborrece; si el éxito y el fracaso se determinan en un contexto de lucha encarnizada, no hay razón para mantener la compostura. El derramamiento de sangre, último recurso de los poderosos, ha de ser el primero para los fracasados, lo cual no es un razonamiento propio de un rebelde sino del máximo adepto a la lógica social. Para su entrada a través de las puertas demoníacas impone como sola conditio que le dejen seguir avanzando hasta el final. Si Tisserand, que es alentado por este al asesinato, finalmente no lo lleva a cabo, es debido a que no aspira a más que al reconocimiento a través del ritual sagrado. Su fracaso le sirve para inhibir aún más el deseo de actuar, que es el típico comportamiento de los resignados. El verdadero punto de partida del nihilismo, cosa que el protagonista sabe perfectamente, es la auténtica fortaleza de los fracasados. El saber que hay un punto en que fuertes y débiles se vuelven intercambiables, y que aunque no se puede poseer el sexo de una mujer, se puede poseer  “lo más valioso que hay en ella”, su vida misma.